Ama y haz lo que quieras

Fernando Fábregas de Corral



fernando.fabregas@gmail.com

PERTENENCIA VERSUS POSESIÓN Y PROTECCIONISMOS VARIOS

06.12.2013 17:39

 Parecen dos términos sinónimos, y de hecho lo son en alguna de sus acepciones, pero, para el análisis que nos ocupa, son claramente antagónicos.

El machismo tan extendido en nuestra cultura en el pasado y con evidente implantación hoy en día, a pesar de los avances realizados, nos muestra esta contradicción en relación a las relaciones familiares. Pertenecer a un grupo o colectivo, no presupone ninguna forma de dependencia o subordinación, ni evidente, ni solapada. En el ámbito familiar, esa pertenencia nos sugiere, tanto por ser parte de nuestra identidad, como por llevar normalmente aparejada unas relaciones de afecto y solidaridad, unos valores ambos de carácter positivo y que contribuye a nuestro equilibrio afectivo e integración social. Y, desde esa estructura básica, el que pueda proyectarse al conjunto más amplio, de los colectivos más allá de lo familiar, es decir de la sociedad.

Otrosi, si esa pertenencia estuviere contaminada de afán de posesión de unos miembros sobre otros, normalmente del dominio del sector masculino sobre el femenino, que, sigue siendo una forma de machismo que considera la inferioridad de las mujeres a determinar por si mismas sus relaciones y la orientación a dar a sus vidas.

Era común en el pasado, que hasta que una mujer no pasaba a depender de un hombre (su marido), se daba una dependencia de ésta de los “hombres” de la familia. El que durante siglos, las relaciones entre pueblos y entre individuos estuviera condicionada por la fuerza bruta, siendo los más fuertes los dominadores, explicaría, aunque nunca justificaría, la dependencia de las mujeres de los hombres, es decir del machismo. Eso sin tener en cuenta que normalmente las mujeres menos dotadas para la lucha cuerpo a cuerpo, por su menor fuerza muscular, no sean más resistentes, es así como afirma el dicho popular, mujer enferma, mujer eterna. Las mujeres por lo que dan de sí mismas en embarazos y crianza, pueden arrastrar problemas crónicos de diferentes molestias, en especial del aparato esquelético-muscular, pero sin embargo resultar ser más fuertes ante el dolor y, cómo demuestran las estadísticas, más longevas.

Una amiga del que esto escribe promotora de una asociación de promoción de la cultura e independencia de la mujer, me comentaba lo que ella definía como “protección amorosa”. Este término haría más referencia al cortejo amoroso. En todas las especies animales existen unas pautas previas a la relación sexual, queriendo significar, que pequeños detalles, como los que yo mismo acostumbro a practicar con las mujeres, costumbre adquirida en el ámbito familiar propio, cómo el ceder el asiento, en igualdad de condiciones físicas a las mujeres, o la parte interior de la acera o más segura cuando caminamos acompañados, no son, salvo si a la otra persona le resultara desagradable o le hiciera sentirse inferior, necesariamente gestos machistas (no necesariamente por intentar una relación más allá de la cortesía sin intencionalidad sexual). Es quizás algo muy secundario, ya que el reconocimiento y respeto integral hacia las mujeres, va mucho más allá, y se evidencia de forma mucho más clara, cuando en la consideración a sus opiniones, toma de decisiones, e intervenciones de cualquier tipo tanto en el ámbito familiar como en el político, laboral y cualesquiera otros se da una igualdad de hecho.

Se da el caso que en algunas culturas, en que no de forma generalizada, pero si en mayor medida que en otros colectivos, las prácticas que se podrían considerar opuestas a lo antedicho, sí pueden ser una evidencia del trato de inferioridad dado a sus mujeres, por ser valoradas como si fueran un simple objeto del varón, o como criadas, que no merecieran esos gestos nimios, y por contra de haber un único asiento disponible, por poner un ejemplo sencillo, en un medio de transporte, ser ocupado por el varón. En este caso, por supuesto no habrá consideración alguna por la dignidad de las mujeres al no ser tenidas en cuenta en temas de importancia, como la toma de decisiones, etc., si no, ni siquiera en el trato cotidiano, tratando de dejar claro quien es el importante y el que manda.

Lo que supone un signo de posesividad en nuestros tiempos, podría ser la exacerbación de esa protección, más allá de los gestos de cortesía, en asuntos, que nada tienen que ver con la fuerza física o la posibilidad de agresiones físicas por parte de terceros. Como si las mujeres de la familia, no estuvieran capacitadas para lidiar con sus propios asuntos o puedan ser fácilmente manipuladas, a criterio de sus “defensores”. Es algo que afortunadamente cada vez se da menos en nuestras sociedades, pero que sigue existiendo y en ocasiones en personas o familias, que supuestamente se consideran a si mismas de progresistas y defensoras de la igualdad. Evidentemente la teoría es una, pero las pautas de comportamiento que hemos observado durante nuestra infancia, son muchas veces más determinantes que las teorías adquiridas de forma intelectual, pero que podemos no haber interiorizado como creemos. Y se puede dar en los dos sentidos. En los hombres como “protectores” y en las mujeres que, aunque suponga un recelo ante su capacidad de discernimiento, les haga sentir bien el ser “protegidas”.

Puede haber otros comportamientos proteccionistas en el ámbito familiar, como el no ir cediendo iniciativa a nuestra prole a medida que van cumpliendo años y no nos damos cuenta de que estén ya en una fase de mayor autonomía o de autonomía total. Esto puede provocar la rebeldía por parte de los afectados o lo que sería peor, el mantenerlos permanentemente en un estadío de inmadurez e infantilismo crónico.

Hacia las personas mayores, también es frecuente la consideración, sobre todo una vez que se jubilan y dejan de ser “personal en activo”, de que necesitan ser tutelados. Salvo por un deterioro evidente, la vejez no lleva aparejada el entontecimiento. Los adultos en edad de máxima actividad en todos los campos, parecen ser seres superiores, no siempre, que se lo saben ya todo o casi todo. Estos comportamientos, además de la herencia de la cultura familiar, en ocasiones son potenciadas por los estereotipos que trasladan los medios de comunicación y tradiciones culturales de la mayoría. En ese sentido lo que a mi personalmente me ha llamado la atención es que, personas cuya ocupación es precisamente el apoyo y atención a personas mayores, caigan en los mismos errores y traten a los mayores con un cierto paternalismo/maternalismo, que casi nunca tiene justificación. Habría que puntualizar que en principio el proteccionismo puede partir de intenciones nobles de servicio y apoyo, pero creo es importante llamar la atención de que algunos mayores, nos podamos sentir incómodos, cuando somos tratados como si fuéramos un poco tontitos. Algo que he observado incluso por parte de las fuerzas de seguridad, tanto si son privadas como públicas.

Sólo con ánimo constructivo y por solidaridad con mis coetáneos, dejo aquí esta reflexión, al final de este escrito, por si sirviera para que todos nos sintamos mejor en una convivencia de mayor respeto y armonía, con lo que sin pretender descalificar a nadie, seamos todas las personas, independiente de la edad o sexo, un poquito más felices.

 

Tenerife a 21 de noviembre de 2013

Reflexiones que me ayuden a acompañar mi soledad de estas horas finales del día.

Fernando Rafael Fábregas

Cógito, ergo sum”